Durante el curso 95-96, tuve la fortuna de formar parte de la delegación de estudiantes españoles Erasmus en Suecia. El país me enamoró de inmediato. Quizá lo que más me emocionó fueran los paseos en soledad por el margen del inmenso lago que conforma la ciudad, dividida a su vez en miles de islas. Cada isla me llamaba de manera diferente y cada día salía a pasear por una de ellas. Lo que tenían en común era el color verde. Por aquel entonces, el color de Suecia era verde, a pesar de que el agua lo inundaba todo en verano y la nieve en invierno.
Aquí os ofrezco mis íntimas palabras que me salieron del alma, con mucha luz en ocasiones, con ninguna en otras pero siempre en soledad.
Aquí os ofrezco mis íntimas palabras que me salieron del alma, con mucha luz en ocasiones, con ninguna en otras pero siempre en soledad.